Mi abuelo fue un mago frustrado. Solía presumir sus fallidos trucos en las cenas familiares, donde nadie le prestaba atención.
Cuando falleció, su cuerpo desapareció repentinamente del cajón mortuorio. Al abrirlo, un inocente conejillo blanco, con un inquietante parecido familiar, nos miró, guiñó un ojo y se alejó saltando alegremente.
FIN
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