Jadeante hasta la agonía y poco antes de desplomarse al suelo, la Liebre le preguntó a la Tortuga:
— ¿Cómo es posible? ¿Tú? ¿Tú ganarme la carrera?
Y la Tortuga, mirándose las uñas, susurró:
— Lo siento, pero olvidé decirte que mi otro nombre es Muerte.
FIN
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