La casa suntuosa en Leblon está guardada por un mastín de terrible semblante, que duerme con los ojos abiertos; o quizás no duerma, de tan vigilante que es. Por eso, la familia vive tranquila, y nunca hubo noticia de asalto a una residencia tan bien protegida.
Hasta la semana pasada. La noche del jueves, un hombre logró abrir el pesado portal de hierro y penetrar en el jardín. Iba a hacer lo mismo con la puerta de la casa, cuando el perro, que astutamente lo había dejado acercarse (para arrancarle toda la ilusión conquistada), se lanza hacia él y lo acomete en la pierna izquierda. El ladrón quiso sacar el revólver, pero no hubo ni tiempo para ello. Cayendo al suelo, bajo las patas del enemigo, le suplicó con los ojos que lo dejase vivir y con la boca prometió que jamás intentaría asaltar aquella casa. Habló por lo bajo para no despertar a los residentes, temiendo que la situación pudiera agravarse.
El animal pareció entender la súplica del ladrón y lo dejó salir en un estado lamentable. En el jardín quedó un trozo de pantalón. Al día siguiente, la criada no comprendió por qué razón una voz, al teléfono, diciendo que era de Salud Pública, preguntaba si el perro estaba vacunado. En ese momento, el perro, que estaba al lado de la doméstica, agitó la cola, afirmativamente.
FIN
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Bienvenida/o. Gracias por comentar.