Antes de ponerse el pendiente frotó el metal que rodeaba el zafiro con
un bastoncito impregnado en líquido para limpiar plata. Cientos de
estratos de tiempo levantaron el vuelo dejando la superficie luminosa y
desnuda. Se acercó, curiosa, y la joya le devolvió el rostro adolescente
de su abuela probándose el pendiente ante un espejo.
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