Le dolían los huesos. Era lo único en lo que podía pensar y le impedía concentrarse como antes, cuando triunfaba con sus trucos de magia en los teatros detodo el país. A pesar de sus éxitos, tenía que seguir trabajando, aunque ya tenía edad para retirarse. Porque vivió siempre el momento, sin preocuparse por el mañana, y ahora pagaba las consecuencias teniendo que actuar en ese infame local para subsistir.Cada noche realizaba su representación durante el descanso de la función decabaret. Podía soportar las risas cuando los trucos fallaban; pero no podía perdonar las burlas del pianista, que le reventaba los números con sus melodíassatíricas en los momentos cruciales.No lo aguantaba más. Había estado practicando el truco toda la semana, memo-rizando cada paso y nada podía fallar. Llegó el descanso y subió al escenario.“Esta noche necesito la colaboración de nuestro simpático pianista”, comunicóal público, a lo que él se prestó divertido. Rápidamente lo cubrió con una tela negra, recitó unas palabras mágicas y, al retirarla, obtuvo la mayor ovación desu vida.Frente al teatro, los bomberos bajaron al pianista del árbol; desenganchar elpiano de las ramas fue más difícil.
FIN
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